lunes, 23 de marzo de 2015

50 SOMBRAS EN LA LITERATURA Y EL CINE.

Por: Sandra Bustamante M.


BREVE ACLARACIÓN
No haré un escrito académico ni una disertación ensayista acerca de “Fifty shades of Grey”. Me temo que ni la novela ni la película dan para tanto; en el presente escrito me limitaré a plantear solamente dos cuestiones que considero importantes de no perder de vista respecto a este best seller y a su esperada versión cinematográfica. La primera, la gran recepción que ha tenido el citado libro de E.L. James entre el público femenino; la segunda, la enorme popularidad de la película, siendo considerada por muchos como una nueva joya del cine erótico.






















LA NOVELA
La novela de E.L. James despertó mi curiosidad allá por el año 2011. Comenzaba a ser tema de conversación en los ámbitos más diversos: con las amigas del café, en medio de las juntas de trabajo, en las reuniones escolares del colegio de mis hijos. El público más entusiasmado por leerla o recomendarla era el público femenino. Decidí probar suerte y descargarla para leer sobre el tema que se volvía “viral”.
“Me miro en el espejo y frunzo el ceño, frustrada. Qué asco de pelo. No hay manera con él. Y maldita sea Katherine Kavanagh, que se ha puesto enferma y me ha metido en este lío. Tendría que estar estudiando para los exámenes finales, que son la semana que viene, pero aquí estoy, intentando hacer algo con mi pelo. No debo meterme en la cama con el pelo mojado. No debo meterme en la cama con el pelo mojado. Recito varias veces este mantra mientras intento una vez más controlarlo con el cepillo. Me desespero, pongo los ojos en blanco, después observo a la chica pálida, de pelo castaño y ojos azules exageradamente grandes que me mira, y me rindo. Mi única opción es recogerme este pelo rebelde en una coleta y confiar en estar medio presentable.”

Me considero una lectora aficionada pero asidua, disciplinada; entre los libros de literatura más complicados que he leído están “Vida y Destino” de Vasili Grossman o “La Guerra y la Paz” de León Tolstói. Creí necesario comentar este hecho porque después de leer el primer párrafo de “Fifty shades…”, citado arriba, pensé que el tono chocante de la redacción podrían deberse a la traducción; me limité a no emitir más juicios en ése momento y a conseguir la versión en inglés:
“I scowl with frustration at myself in the mirror. Damn my hair – it just won’t behave, and damn Katherine Kavanagh for being ill and subjecting me to this ordeal. I should be studying for my final exams, which are next week, yet here I am trying to brush my hair into submission. I must not sleep with it wet. I must not sleep with it wet. Reciting this mantra several times, I attempt, once more, to bring it under control with the brush. I roll my eyes in 1exasperation and gaze at the pale, brown-haired girl with blue eyes too big for her face staring back at me, and give up. My only option is to restrain my wayward hair in a ponytail and hope that I look 1semi presentable.”

Después de leer nuevamente el primer párrafo en su versión original, me rendí. Confieso que a partir de ése momento leí a partes la novela, traicionando mi disciplina. ¿Cómo es posible –pensé- que una protagonista femenina tan insegura, tan increíblemente ingenua, sea capaz de despertar tal interés y admiración entre el público femenino?

Acepto que no leí a totalidad la novela. No pude. Pero tengo elementos suficientes para emitir una opinión. Esperaba leer algo erótico, una trama mejor construida y o al menos una redacción que no rayara en la mediocridad. Lo que obtuve fue una telenovela barata y la elevación moral de los defectos de carácter de los personajes como rasgos deseados, positivos y hasta admirados.
Lo que más me desagradó y alarmó de la gran aceptación femenina de la novela de E.L. James, es la cuestión de género que encierra su trama: Anastacia Steele es una chica recién graduada, con una sexualidad nula, que se ve tentada a firmar un contrato sadomasoquista que le ofrece un joven millonario, Christian Grey; él será el dominador y ella la sumisa en este pactado juego sexual.

La autora de las “Fifty shades…” quiso transmitir un mensaje muy claro: En el fondo, todas las mujeres quieren a un hombre golpeador, dominador, posesivo, pero sobre todo, proveedor. Quieren a un hombre que les diga exactamente qué hacer y qué sentir en cada acto de la vida. Quieren a un hombre que anule su criterio y sentido común. Mi descontento y mi alarma giran en torno a la gran aceptación de este mensaje, aún entre las mujeres de mi veterana generación. Dejaré las palabras de una colega, la socióloga Eva Illouz acerca de la obra de E.L. James:
“Contiene muestras de la peor escritura que he visto nunca … Presenta de modo favorable el sadomasoquismo y el sometimiento de la mujer… Sintoniza con tendencias muy promovidas en la sociedad occidental, como la reducción de la sexualidad a objeto de consumo o la creencia de que la satisfacción o el éxito –sexual en este caso– se consigue aplicando recetas, la base de la literatura de autoayuda”.



LA PELÍCULA
El día de San Valentín de 2015 se estrenó la versión cinematográfica de “Fifty shades of Grey” contando con Sam Taylor-Johnson, de origen británico, como directora. Sam solo tiene dos trabajos de dirección anteriores: “Love You More” (Taylor-Johnson, 2008) y “Nowhere Boy” (Taylor-Johnson, 2009). El guión estuvo a cargo de Kelly Marcel y en los protagónicos encontramos también a dos novatos de la actuación: Dakota Johnson y Jamie Dornan.

Fue nuevamente la popularidad  y la gran aceptación de “Fifty shades…” entre los consumidores de estrenos cinematográficos lo que me hizo ver la película. No en una sala de cine, sino en mi lugar de confort, armada con libreta y lápiz. Confieso que fue indignación en parte y también cierta curiosidad las que me hicieron resistir de cabo a rabo la proyección. Indignación de que se llevara a la pantalla grande una trama tan mediocre. Curiosidad de ver si el equipo antes descrito, era capaz de sacar un producto por lo menos entretenido, con buenas actuaciones y un clima de erotismo a la altura de las expectativas.

Quise dejar de verla en los primeros cinco minutos de su proyección, pero necesitaba tener algún argumento con que rebatir a quienes consideran  “Fifty shades…” comparable a títulos como “Ultimo tango a Parigi” (Bertolucci, 1972) o “9 ½ weeks” (Lyne, 1986). Solo diré que al terminar, encontré no uno, sino decenas de argumentos. Solo comentaré unas cuantas notas, segura de que no se necesitan muchas más para echar por tierra la idea de que estamos frente a una pieza del cine erótico.
  1. Actuaciones mal logradas de los protagonistas, sin naturalidad en las escenas, sobre todo en las de sexo.  Los diálogos muy acartonados y  los ambientes poco creíbles.
  2. Dakota Johnson –Anastacia- tiene la apariencia de Charlotte Gainsbourg, protagonista de la película “Ninphomaniac” (Lars Von Trier, 2013) ¿Será una coincidencia?
  3. Un multimillonario joven, filántropo y de buen corazón, así nos van describiendo a Christian Grey… Sus defectos de carácter se ven altamente equilibrados e incluso eclipsados por su posición financiera, demostrada con el despliegue de imágenes de la ostentosa vida de un millonario. Es un personaje que solo puede existir dentro de las tramas imposibles de las telenovelas.
  4. Cuando Anastacia dice: “Mi madre está con su marido número cuatro, es una romántica incurable…” Yo me pregunto si a los espectadores no les pasó por la mente que la madre no es romántica, sino emocionalmente inestable. Cuatro maridos implican tres divorcios…
  5. Mientras continúo haciendo notas durante la proyección, de pronto sé que he visto en la pantalla un ambiente similar; diálogos increíblemente absurdos y cursis. Sí, nuestra película en cuestión es comparable a “Los ricos también lloran”, telenovela mexicana de  1979 dirigida por Rafael Banquells.

CONCLUSIÓN
Ambas, la novela y la película, plantean una relación basada en el sexo como una mera transacción, estipulada y acordada, incluso en un contrato escrito. Este contrato, que detalla prácticas sexuales poco comunes, somete solamente a la parte femenina a todo un listado de actividades y actitudes que van desde el mutismo durante el castigo corporal hasta el fisting.

Christian Grey es un hombre carente de afecto, con una infancia de abusos, con enormes traumas y complejos. Anastacia Steele es una universitaria de 21 años demasiado inocente, que incluso raya en un cierto retraso emocional por lo que carece de criterio para entablar una relación sexual tan atípica.

Cualquiera es libre de escribir un bodrio y tener la suerte de volverse un autor publicado. Lo que me molesta tanto de “Fifty shades…” es el hecho de que esté influenciando a los nuevos lectores, adolescentes e incluso universitarios. Ver a toda una nueva generación de lectores entusiasmarse con las fantásticas cursilerías de E.L. James me remite a lo que sentí hace años cuando toda una generación comenzó a leer y encumbrar al autor Carlos Cuauhtémoc Sánchez; y creo que estoy concediéndole demasiado a nuestra incipiente autora británica.


Finalmente, cualquiera es libre de rodar una película basada en una novela mediocre; la franquicia literaria de “Fifty shades of Grey” -que pretende convertirse en una saga cinematográfica- no es la única. Están los casos de “Twilight” (Hardwicke, 2008), “Divergent” (Burger, 2014) y “The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring” (Jackson, 2001), por mencionar los más populares. Lo que molesta y preocupa es el tema de los roles de género que encierra “Fifty shades…” El mensaje de la película, vuelvo a insistir, es claro: Está bien que una joven mujer decida someterse a los caprichos y necesidades sexuales de un hombre, porque está empoderado financieramente. Y porque es hombre.

Sandra Bustamante M
Marzo 2015


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