Por: Sandra Bustamante M.
BREVE ACLARACIÓN
No haré un
escrito académico ni una disertación ensayista acerca de “Fifty shades of Grey”.
Me temo que ni la novela ni la película dan para tanto; en el presente escrito
me limitaré a plantear solamente dos cuestiones que considero importantes de no
perder de vista respecto a este best seller y a su esperada versión
cinematográfica. La primera, la gran recepción que ha tenido el citado libro de
E.L. James entre el público femenino; la segunda, la enorme popularidad de la
película, siendo considerada por muchos como una nueva joya del cine erótico.
LA NOVELA
La novela de
E.L. James despertó mi curiosidad allá por el año 2011. Comenzaba a ser tema de
conversación en los ámbitos más diversos: con las amigas del café, en medio de
las juntas de trabajo, en las reuniones escolares del colegio de mis hijos. El
público más entusiasmado por leerla o recomendarla era el público femenino.
Decidí probar suerte y descargarla para leer sobre el tema que se volvía
“viral”.
“Me miro en
el espejo y frunzo el ceño, frustrada. Qué asco de pelo. No hay manera con él.
Y maldita sea Katherine Kavanagh, que se ha puesto enferma y me ha metido en
este lío. Tendría que estar estudiando para los exámenes finales, que son la
semana que viene, pero aquí estoy, intentando hacer algo con mi pelo. No debo
meterme en la cama con el pelo mojado. No debo meterme en la cama con el pelo
mojado. Recito varias veces este mantra mientras intento una vez más
controlarlo con el cepillo. Me desespero, pongo los ojos en blanco, después
observo a la chica pálida, de pelo castaño y ojos azules exageradamente grandes
que me mira, y me rindo. Mi única opción es recogerme este pelo rebelde en una
coleta y confiar en estar medio presentable.”
Me considero
una lectora aficionada pero asidua, disciplinada; entre los libros de
literatura más complicados que he leído están “Vida y Destino” de Vasili
Grossman o “La Guerra y la Paz” de León Tolstói. Creí necesario comentar este
hecho porque después de leer el primer párrafo de “Fifty shades…”, citado
arriba, pensé que el tono chocante de la redacción podrían deberse a la traducción;
me limité a no emitir más juicios en ése momento y a conseguir la versión en
inglés:
“I scowl with
frustration at myself in the mirror. Damn my hair – it just won’t behave, and
damn Katherine Kavanagh for being ill and subjecting me to this ordeal. I
should be studying for my final exams, which are next week, yet here I am
trying to brush my hair into submission. I must not sleep with it wet. I must
not sleep with it wet. Reciting this mantra several times, I attempt, once
more, to bring it under control with the brush. I roll my eyes in 1exasperation
and gaze at the pale, brown-haired girl with blue eyes too big for her face
staring back at me, and give up. My only option is to restrain my wayward hair
in a ponytail and hope that I look 1semi presentable.”
Después de
leer nuevamente el primer párrafo en su versión original, me rendí. Confieso
que a partir de ése momento leí a partes la novela, traicionando mi disciplina.
¿Cómo es posible –pensé- que una protagonista femenina tan insegura, tan
increíblemente ingenua, sea capaz de despertar tal interés y admiración entre
el público femenino?
Acepto que no
leí a totalidad la novela. No pude. Pero tengo elementos suficientes para
emitir una opinión. Esperaba leer algo erótico, una trama mejor construida y o
al menos una redacción que no rayara en la mediocridad. Lo que obtuve fue una telenovela
barata y la elevación moral de los defectos de carácter de los personajes como
rasgos deseados, positivos y hasta admirados.
Lo que más me
desagradó y alarmó de la gran aceptación femenina de la novela de E.L. James,
es la cuestión de género que encierra su trama: Anastacia Steele es una chica
recién graduada, con una sexualidad nula, que se ve tentada a firmar un
contrato sadomasoquista que le ofrece un joven millonario, Christian Grey; él
será el dominador y ella la sumisa en este pactado juego sexual.
La autora de
las “Fifty shades…” quiso transmitir un mensaje muy claro: En el fondo, todas
las mujeres quieren a un hombre golpeador, dominador, posesivo, pero sobre
todo, proveedor. Quieren a un hombre que les diga exactamente qué hacer y qué
sentir en cada acto de la vida. Quieren a un hombre que anule su criterio y
sentido común. Mi descontento y mi alarma giran en torno a la gran aceptación
de este mensaje, aún entre las mujeres de mi veterana generación. Dejaré las
palabras de una colega, la socióloga Eva Illouz acerca de la obra de E.L. James:
“Contiene
muestras de la peor escritura que he visto nunca … Presenta de modo favorable
el sadomasoquismo y el sometimiento de la mujer… Sintoniza con tendencias muy
promovidas en la sociedad occidental, como la reducción de la sexualidad a
objeto de consumo o la creencia de que la satisfacción o el éxito –sexual en
este caso– se consigue aplicando recetas, la base de la literatura de
autoayuda”.
LA PELÍCULA
El día de San
Valentín de 2015 se estrenó la versión cinematográfica de “Fifty shades of Grey”
contando con Sam Taylor-Johnson, de origen británico, como directora. Sam solo
tiene dos trabajos de dirección anteriores: “Love You More” (Taylor-Johnson,
2008) y “Nowhere Boy” (Taylor-Johnson, 2009). El guión estuvo a cargo de
Kelly Marcel y en los protagónicos encontramos también a dos novatos de la
actuación: Dakota Johnson y Jamie Dornan.
Fue nuevamente
la popularidad y la gran aceptación de “Fifty
shades…” entre los consumidores de estrenos cinematográficos lo que me hizo ver
la película. No en una sala de cine, sino en mi lugar de confort, armada con libreta
y lápiz. Confieso que fue indignación en parte y también cierta curiosidad las
que me hicieron resistir de cabo a rabo la proyección. Indignación de que se
llevara a la pantalla grande una trama tan mediocre. Curiosidad de ver si el
equipo antes descrito, era capaz de sacar un producto por lo menos entretenido,
con buenas actuaciones y un clima de erotismo a la altura de las expectativas.
Quise dejar
de verla en los primeros cinco minutos de su proyección, pero necesitaba tener
algún argumento con que rebatir a quienes consideran “Fifty shades…” comparable a títulos como “Ultimo
tango a Parigi” (Bertolucci, 1972) o “9 ½ weeks” (Lyne, 1986). Solo diré que al
terminar, encontré no uno, sino decenas de argumentos. Solo comentaré unas
cuantas notas, segura de que no se necesitan muchas más para echar por tierra
la idea de que estamos frente a una pieza del cine erótico.
- Actuaciones mal logradas de los
protagonistas, sin naturalidad en las escenas, sobre todo en las de sexo. Los diálogos muy acartonados y los ambientes poco creíbles.
- Dakota Johnson –Anastacia-
tiene la apariencia de Charlotte Gainsbourg, protagonista de la película “Ninphomaniac”
(Lars Von Trier, 2013) ¿Será una coincidencia?
- Un multimillonario joven, filántropo
y de buen corazón, así nos van describiendo a Christian Grey… Sus defectos de
carácter se ven altamente equilibrados e incluso eclipsados por su posición
financiera, demostrada con el despliegue de imágenes de la ostentosa vida de un
millonario. Es un personaje que solo puede existir dentro de las tramas
imposibles de las telenovelas.
- Cuando Anastacia dice: “Mi
madre está con su marido número cuatro, es una romántica incurable…” Yo me
pregunto si a los espectadores no les pasó por la mente que la madre no es
romántica, sino emocionalmente inestable. Cuatro maridos implican tres
divorcios…
- Mientras continúo haciendo
notas durante la proyección, de pronto sé que he visto en la pantalla un ambiente
similar; diálogos increíblemente absurdos y cursis. Sí, nuestra película en
cuestión es comparable a “Los ricos también lloran”, telenovela mexicana de 1979
dirigida por Rafael Banquells.
CONCLUSIÓN
Ambas, la
novela y la película, plantean una relación basada en el sexo como una mera
transacción, estipulada y acordada, incluso en un contrato escrito. Este
contrato, que detalla prácticas sexuales poco comunes, somete solamente a la
parte femenina a todo un listado de actividades y actitudes que van desde el
mutismo durante el castigo corporal hasta el fisting.
Christian
Grey es un hombre carente de afecto, con una infancia de abusos, con enormes
traumas y complejos. Anastacia Steele es una universitaria de 21 años demasiado
inocente, que incluso raya en un cierto retraso emocional por lo que carece de criterio
para entablar una relación sexual tan atípica.
Cualquiera es
libre de escribir un bodrio y tener la suerte de volverse un autor publicado. Lo
que me molesta tanto de “Fifty shades…” es el hecho de que esté influenciando a
los nuevos lectores, adolescentes e incluso universitarios. Ver a toda una
nueva generación de lectores entusiasmarse con las fantásticas cursilerías de
E.L. James me remite a lo que sentí hace años cuando toda una generación
comenzó a leer y encumbrar al autor Carlos Cuauhtémoc Sánchez; y creo que estoy
concediéndole demasiado a nuestra incipiente autora británica.
Finalmente, cualquiera
es libre de rodar una película basada en una novela mediocre; la franquicia
literaria de “Fifty shades of Grey” -que pretende convertirse en una saga
cinematográfica- no es la única. Están los casos de “Twilight” (Hardwicke,
2008), “Divergent” (Burger, 2014) y “The Lord of the Rings: The Fellowship of
the Ring” (Jackson, 2001), por mencionar los más populares. Lo que molesta y
preocupa es el tema de los roles de género que encierra “Fifty shades…” El
mensaje de la película, vuelvo a insistir, es claro: Está bien que una joven
mujer decida someterse a los caprichos y necesidades sexuales de un hombre,
porque está empoderado financieramente. Y porque es hombre.
Sandra
Bustamante M
Marzo 2015
Por: Sandra Bustamante M.
BREVE ACLARACIÓN
LA NOVELA
La novela de E.L. James despertó mi curiosidad allá por el año 2011. Comenzaba a ser tema de conversación en los ámbitos más diversos: con las amigas del café, en medio de las juntas de trabajo, en las reuniones escolares del colegio de mis hijos. El público más entusiasmado por leerla o recomendarla era el público femenino. Decidí probar suerte y descargarla para leer sobre el tema que se volvía “viral”.
Fue nuevamente la popularidad y la gran aceptación de “Fifty shades…” entre los consumidores de estrenos cinematográficos lo que me hizo ver la película. No en una sala de cine, sino en mi lugar de confort, armada con libreta y lápiz. Confieso que fue indignación en parte y también cierta curiosidad las que me hicieron resistir de cabo a rabo la proyección. Indignación de que se llevara a la pantalla grande una trama tan mediocre. Curiosidad de ver si el equipo antes descrito, era capaz de sacar un producto por lo menos entretenido, con buenas actuaciones y un clima de erotismo a la altura de las expectativas.
- Actuaciones mal logradas de los protagonistas, sin naturalidad en las escenas, sobre todo en las de sexo. Los diálogos muy acartonados y los ambientes poco creíbles.
- Dakota Johnson –Anastacia- tiene la apariencia de Charlotte Gainsbourg, protagonista de la película “Ninphomaniac” (Lars Von Trier, 2013) ¿Será una coincidencia?
- Un multimillonario joven, filántropo y de buen corazón, así nos van describiendo a Christian Grey… Sus defectos de carácter se ven altamente equilibrados e incluso eclipsados por su posición financiera, demostrada con el despliegue de imágenes de la ostentosa vida de un millonario. Es un personaje que solo puede existir dentro de las tramas imposibles de las telenovelas.
- Cuando Anastacia dice: “Mi madre está con su marido número cuatro, es una romántica incurable…” Yo me pregunto si a los espectadores no les pasó por la mente que la madre no es romántica, sino emocionalmente inestable. Cuatro maridos implican tres divorcios…
- Mientras continúo haciendo notas durante la proyección, de pronto sé que he visto en la pantalla un ambiente similar; diálogos increíblemente absurdos y cursis. Sí, nuestra película en cuestión es comparable a “Los ricos también lloran”, telenovela mexicana de 1979 dirigida por Rafael Banquells.
Christian Grey es un hombre carente de afecto, con una infancia de abusos, con enormes traumas y complejos. Anastacia Steele es una universitaria de 21 años demasiado inocente, que incluso raya en un cierto retraso emocional por lo que carece de criterio para entablar una relación sexual tan atípica.
Cualquiera es libre de escribir un bodrio y tener la suerte de volverse un autor publicado. Lo que me molesta tanto de “Fifty shades…” es el hecho de que esté influenciando a los nuevos lectores, adolescentes e incluso universitarios. Ver a toda una nueva generación de lectores entusiasmarse con las fantásticas cursilerías de E.L. James me remite a lo que sentí hace años cuando toda una generación comenzó a leer y encumbrar al autor Carlos Cuauhtémoc Sánchez; y creo que estoy concediéndole demasiado a nuestra incipiente autora británica.
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